miércoles, 30 de diciembre de 2015

El Quiebre del Pacto Populista y el Inicio del Fin de la Revolución.



El populismo es un pacto social entre un gobierno y los ciudadanos, un pacto en el que mediante el asistencialismo y las regalías, por parte del poder, las personas deben  prestar su irrestricto apoyo al régimen gobernante; en estos modelos es común la existencia de un líder
carismático y poderoso que base sus discursos en las reivindicaciones de las clases más vulnerables y que cuente, por supuesto, con una chequera preparada para mantener la simpatía y visto bueno del pueblo. Históricamente este tipo de regímenes en nuestra américa latina  han estado íntimamente ligados a la represión y a la persecución contra la otredad, todo esto amparado por una obligada aprobación popular.


No es difícil entender las razones por la cuales Hugo Chávez es reconocido en el debate teórico latinoamericano como el principal líder populista de la región en lo que va de siglo;  el modelo chavista contó con una inmensa cantidad de recursos dirigidos al gasto social, con un discurso y con programas de dignificación colectiva y con toda una política orientada a reimpulsar los valores de la venezolanidad. Con el pasar de los años y con la consolidación de un gobierno todopoderoso el líder carismático Hugo Chávez lo tuvo todo para concretar su dañino sistema.

Durante sus casi 15 años en el poder logró, a duras penas y con graves consecuencias para el futuro, ese que es hoy nuestro presente, mantener un inviable modelo donde la ciudadanía se adaptó a políticas de regalías y subsidios, el gobierno de Chávez, además, se transformó en uno de los principales empleadores y distribuidores de bienes básicos en el país y, de facto, en administrador de la justicia y de la verdad, en fin, se generaron las condiciones para que la lógica preponderante en los venezolanos fuera que para poder mantener cierta estabilidad y no sufrir represalias se debía simpatizar con el poder, o al menos no retarlo, lógica que dio paso a la relación de dominación gobierno-pueblo instaurada por el chavismo.

Ahora bien, desde la muerte de Chávez en 2013 y con la inexistencia en las filas de la revolución  de un líder capaz de emular su carisma, comenzó una etapa de quiebre y de graves problemas  en el chavismo y su modelo, problemas que se fueron acrecentando con la caída de los precios del petróleo (principal ingreso del país) y con la incapacidad gubernamental de responder efectivamente ante la crisis económica que esto provocó. Todo esto abrió el camino para que el desencanto se apoderara de un país en el que sus ciudadanos vieron como la calidad de vida se iba deteriorando a niveles insospechados hace pocos años atrás, en esos días de boom petrolero. Todas estas condiciones económicas hicieron que el pacto de apoyo pueblo-régimen se destruyera, como consecuencia de esto y de manera inevitable, se da paso entonces al comienzo del fin de un gobierno que ya no cuenta con sus recursos estrellas para aliviar descontentos y para generar esperanzas, para muestra de ello basta con echarle un ojo a los resultados de las elecciones parlamentarias del 06 de diciembre de 2015.


Una vez más la historia nos demuestra como lo económico pesa mucho más que los valores democráticos; a pesar de la notoria  persecución a la disidencia, de la coartada libertad de expresión y de tantas otras cosas que hacen de este gobierno un régimen no democrático, terminaron siendo la abrupta disminución  del asistencialismo social y  la incapacidad del venezolano de acceder dignamente a cuestiones básicas como la comida o la salud lo que le puso fin, al menos para la mayoría, al pacto populista que dominaba hasta hace poco la escena política del país. Ahora esperemos que, en el marco de la constitución, este gobierno termine de llegar a su fin y que con ello se abra una etapa de reflexión nacional sobre modelos de país, es mi esperanza que con el fin de la revolución también acaben los intentos de imponer modelos insostenibles, es urgente para esta nación que comience un periodo sin dogmatismos y es que estos se traducen en negación e irreconocimiento de lo distinto a su razón y por ende impide la tan necesaria diversidad, motor importante del progreso social de un país. 

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