Las solidaridades automáticas, en política como en otros aspectos de nuestra vida social, pueden llegar a generar posturas carentes de objetividad. Ejemplos de esta clase de comportamiento tenemos doquier; sería ridículo afirmar que ese fenómeno ocurre solo para quienes piensan de una manera u otra, cuando una verdad es que todos en algún momento respondemos a solidaridades automáticas, por muy primitivo que esto pueda ser, como bien explicó Emile Durkheim. Aunque estas respuestas mecánicas se nos plantean como un hecho constante, no debe ser un obstáculo permanente en el afán de intentar minimizarlas y dar mayor espacio al raciocinio.
Como es imposible pretender
abarcar un todo en este mundo de análisis y opinión sobre los acontecimientos que definen el rumbo
de nuestras sociedades, en esta ocasión me permito hablar sobre una solidaridad
automática que se mantiene en paralelo al crecimiento de la
internacionalmente reconocida crisis que hace añicos la calidad de vida de la
mayoría de los venezolanos.
Incluso no sé si “calidad de vida” sea una referencia adecuada, por lo que procederé a replantear la idea, pues desde hace bastante tiempo la situación venezolana no se trata del desmejoramiento de la calidad de vida, no: se trata del maltrato y humillación sistemática como método para lograr el sometimiento permanente de una población. Un caso de neototalitarismo se podría decir, donde es prácticamente imposible encontrar calidad en cualquier aspecto de la vida, pues se trata de un modelo ideado para que las personas apenas intenten sobrevivir.
Incluso no sé si “calidad de vida” sea una referencia adecuada, por lo que procederé a replantear la idea, pues desde hace bastante tiempo la situación venezolana no se trata del desmejoramiento de la calidad de vida, no: se trata del maltrato y humillación sistemática como método para lograr el sometimiento permanente de una población. Un caso de neototalitarismo se podría decir, donde es prácticamente imposible encontrar calidad en cualquier aspecto de la vida, pues se trata de un modelo ideado para que las personas apenas intenten sobrevivir.
Bien, esa solidaridad a la que me
refiero se trata de la expresada por diversos sectores de la izquierda
internacional, quienes justifican y apoyan abiertamente a regímenes como el de
Maduro. Esta actitud, como mínimo, representa una hostilidad y un atrevimiento
infinito en contra de quienes están padeciendo la grave crisis humanitaria que
se vive en Venezuela.
Resulta alarmante notar la existencia
de numerosos grupos de personas que fungen como sostén
moral y apoyo internacional de un régimen que no reconoce la otredad y que concibe como válido cualquier método
para mantenerse en el poder, incluso si implica asesinar o encarcelar. Y digo
alarmante pues le da forma a un grupo social que adopta actitudes realmente
peligrosas para la estabilidad y seguridad del mundo libre. Personas que con
soporte en ataduras ideológicas están dispuestas a apoyar sistemas políticos crueles,
destructores de la democracia e incompatibles con el disentir.
Ese grupo goza de una profunda base contradictoria; apreciable
al comparar sus discursos referentes a la igualdad y justicia social con su
irrestricto apoyo a supremacías asesinas en países como Venezuela, Cuba, China
o Rusia, donde las libertades están terriblemente minimizadas, donde ser opositor
al poder, ser indígena, ser homosexual y hasta ser mujer, resulta una osadía que
atenta contra el monopolio de la verdad, profundamente moralista, impuesto por
las respectivas cúpulas dominantes.
Esa solidaridad automática de
ciertos sectores de la izquierda mundial con este tipo de regímenes, ha
contribuido, al menos en buena parte de Latinoamérica, al debilitamiento de
este espectro político-ideológico, cuestión que le ha facilitado, en buena
medida, el camino a los movimientos que
van, desde la centro izquierda a la derecha, en su masivo ascenso al poder en la región.
Esto a pesar de que dicha solidaridad no es secundada por la totalidad de los movimientos políticos y sociales más vinculados a las ideas de izquierda, de hecho las manifestaciones a favor, en el caso venezolano, de la lucha emprendida para lograr el cese de la usurpación presidencial son realmente amplias en buena parte de la izquierda regional.
Y es que la salida del poder del régimen de Maduro sería un hecho de gran conveniencia electoral para la izquierda democrática y los sectores más progresistas, y en general para todos los que creemos que los derechos humanos y las libertades son un asunto universal que debe ser defendido de manera transversal por todas las corrientes políticas.
Esto a pesar de que dicha solidaridad no es secundada por la totalidad de los movimientos políticos y sociales más vinculados a las ideas de izquierda, de hecho las manifestaciones a favor, en el caso venezolano, de la lucha emprendida para lograr el cese de la usurpación presidencial son realmente amplias en buena parte de la izquierda regional.
Y es que la salida del poder del régimen de Maduro sería un hecho de gran conveniencia electoral para la izquierda democrática y los sectores más progresistas, y en general para todos los que creemos que los derechos humanos y las libertades son un asunto universal que debe ser defendido de manera transversal por todas las corrientes políticas.
Insistir a estas alturas que las
violaciones de los derechos humanos no deben ser evaluadas según la ideología
de los violadores, debería ser algo innecesario, sin embargo no lo es, pues es aún muy recurrente la emisión de juicios atados a simpatías políticas.
El mensaje de desligar ideología de derechos humanos, reivindicando su carácter universal, debe aumentar con fuerza para contrarrestar a esos sectores de izquierda que pretenden constantemente, gracias a sus poderosos sistemas propagandísticos, extrapolar situaciones como la venezolana a un, estéril y sobre todo agotado, terreno de disputa con los Estados Unidos. De hecho esta resulta ser la principal base argumental de estos sectores, que hipócritamente intentan acudir al antiamericanismo para así justificar o, en el caso más conservador, ignorar el sufrimiento de una población oprimida.
El mensaje de desligar ideología de derechos humanos, reivindicando su carácter universal, debe aumentar con fuerza para contrarrestar a esos sectores de izquierda que pretenden constantemente, gracias a sus poderosos sistemas propagandísticos, extrapolar situaciones como la venezolana a un, estéril y sobre todo agotado, terreno de disputa con los Estados Unidos. De hecho esta resulta ser la principal base argumental de estos sectores, que hipócritamente intentan acudir al antiamericanismo para así justificar o, en el caso más conservador, ignorar el sufrimiento de una población oprimida.
Eso sí, y es necesario resaltar
lo siguiente: lo llamativo del asunto es que esos apoyos se suelen dar desde
tierras lejanas a las zonas en conflicto; es así como vemos grupos comunistas en Estados Unidos apoyando
al dictador Maduro, o al kirchnerismo argentino “bancando” a sus pares ideológicos
venezolanos, respondiendo siempre a la lógica de confrontación con el gobierno
de los Estados Unidos pero sin atreverse a vivir la cruda realidad en suelo venezolano o al menos hacer una
etnografía digital objetiva, lo que bastaría para echar por tierra las absurdas
teorías que plantean el caso Venezuela como una confrontación Trump-Maduro a
diferencia de la verdad que muchos planteamos: un ataque programático y
criminal de Maduro y su cúpula contra
Venezuela.
Ante este panorama debemos asumir
la responsabilidad de seguir alertando, desde la fuerza de las ideas, sobre el peligro que significa la propagación
de regímenes como el de Maduro a través de estos sectores indolentes y
contradictorios, serviles a una perversa y peligrosa solidaridad automática que
sin duda puede poner en peligro las libertades que gozamos en nuestro mundo
occidental, las cuales debemos defender con la mayor firmeza e insistencia
posible para, en vez de perderlas poder mejorarlas y hacer que nuestras sociedades gocen de más justicia y bienestar.
Entendamos esta situación no como una disputa entre ideologías, sino entre aquellos que apuestan por la razón de la fuerza y no por la fuerza de la razón.
Entendamos esta situación no como una disputa entre ideologías, sino entre aquellos que apuestan por la razón de la fuerza y no por la fuerza de la razón.
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Escrito por: Emerson Cabaña
Imagen extraída de: www.Infobae.com
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