Venezuela en la actualidad goza, aparentemente,
de una estabilidad que no va en consonancia con los datos del comportamiento
económico del país. La crisis ha derivado en una precaria calidad de vida para
la inmensa mayoría de los venezolanos. Uno
de los datos más recientes, según proyecciones del Fondo Monetario
Internacional, indica que para 2020 el desempleo del país será el más alto del
mundo, con una tasa de desocupación del 50.5%[1].
El país inició el 2019 con una convulsión
social producto del irreconocimiento de Nicolás Maduro como presidente y la proclamación de Juan Guaidó como mandatario interino, con el apoyo de la
gran mayoría de las democracias occidentales.
Para el 2018, recordemos, era impensable un
escenario así. Durante ese año la maquinaria propagandística del régimen
instalado en Miraflores se encargó de extinguir cualquier esperanza de cambio
político en la ciudadanía, utilizando para ello su mejor recurso: la fuerza
militar y paramilitar.
Después del fraude electoral en las elecciones presidenciales
de 2013, la brutal represión de 2014, los bloqueos ilegales a la Asamblea
Nacional y al referendo revocatorio en 2016 y los múltiples asesinatos,
torturas y detenciones en las protestas de 2017, era comprensible el
surgimiento de una frustración generalizada en los ciudadanos que aspiraban a
un cambio político en Venezuela.
La frustración por los fracasos en los intentos
de rebelión contra el chavismo es un sentimiento que lejos de disiparse tendió
a acumularse, pero siempre dando espacio a nuevas oportunidades que pudieran
conseguir el cambio político, tal como se demostró en el primer semestre de
este año cuando las manifestaciones en apoyo a Juan Guaidó colmaron las calles
del país.
Para estos momentos, la pugna interna entre
diversos sectores de oposición ha ganado un terreno importante en la discusión
política venezolana. En conversaciones con familiares, amigos o en el monitoreo
de redes sociales se puede observar como la disputa entre las diferentes
opciones opositoras cobran mayor protagonismo que incluso la disputa discursiva
contra el régimen chavista. Esto es comprensible cuando se ven los estudios de
opinión que indican una muy baja popularidad de Nicolás Maduro.
La población venezolana tiene esperanzas de
cumplir sus demandas ciudadanas no con el cambio de rumbo del régimen de Maduro
sino con su salida del poder, a partir de allí podríamos entender el aumento de
la disputa interna opositora; no se espera nada de Maduro, pero sí de los líderes
opositores, bajo esa lógica recaen los múltiples cuestionamientos que realizan
los ciudadanos.
En estos momentos también existe una amplia
comprensión de que el régimen de Maduro no dejará el poder si no se generan las
condiciones que lo presionen a hacerlo, y hasta ahora, como es evidente, los
intentos opositores por propiciar ese escenario han fracasado.
Recientemente Guaidó convocó al país a activar
una nueva serie de protestas con la misión de romper con la aparente
estabilidad que mencioné al inicio de este escrito. Atendiendo a ese llamado,
el sábado 16 de noviembre de 2019 nuevamente miles salieron a la calle, dando otra
oportunidad al dirigente opositor. La convocatoria fue notablemente menor a las
que se vieron hace algunos meses, sin embargo, se demostró que una parte
importante de la sociedad sigue dispuesta a responder al llamado del grupo opositor
liderado por Guaidó.
Esta convocatoria no contó con el respaldo de
otros espacios opositores, como el de María Corina Machado. Desde Vente
Venezuela afirmaron a elpensadero.net que no se podía apoyar una convocatoria
que no tenía detrás una estrategia y que no estaba enmarcada en ningún plan de
acción sino en la improvisación. Días atrás un activista del partido Voluntad
Popular se quejaba de lo mismo, criticaba la improvisación diaria y la conducta
“decepcionante” del presidente Guaidó, a quien calificó como un “inmaduro
agrandado”.
Ahora bien, después de escuchar el discurso de
Guaidó en la concentración recién mencionada, se me hizo imposible no recordar
estas dos conversaciones y no otorgarles la razón. Ese día al presidente se le
vio menos soberbio, sí, pidió disculpas, pero recurrió nuevamente a un discurso
y una estrategia que ha fracasado rotundamente en los intentos opositores por
desalojar del poder al grupo criminal de Maduro.
Una estrategia
fracasada
Desde mi análisis, la estrategia de Juan Guaidó
se ve empañada por una aparente soberbia, propia y de su entorno, que impide la
crítica interna y el cambio de rumbo. Ya han sido años de marchas y
frustraciones, de mensajes a la fuerza armada, de exaltar la “moral” de los
funcionarios, como dijo el presidente encargado recientemente, y de esperar
actuaciones de buena voluntad por parte del régimen en el poder. Esto último,
por absurdo que parezca, es la tesis que sostienen con fuerza diputados como
Stalin González o Manuel Teixeira, a quienes tantos años de mesas de diálogo en
búsqueda de una recapacitación del chavismo parecen no afectarles su genuina
esperanza.
Ahora vamos con lo que creo es la peor característica
de esta estrategia reciclada, hablo de la centralización de la protesta y la
imposición de contenido que se les hace a las grandes mayorías demandantes del
país. No son pocos los ciudadanos que se quejan tanto de las ideas como de las
realidades materiales abruptamente distintas que los alejan de la clase
dirigente. Bajo esta dinámica, la oposición al chavismo ha sido ineficiente en
interpretar las demandas ciudadanas y con base a ello construir una estrategia
que permita avanzar hacia una solución al conflicto.
Me permito hacer una aclaratoria en cuanto el término
“realidades materiales”, pues con él no pretendo acudir al absurdo divisionismo
entre las llamadas clases sociales, sino a los diversos casos donde parte de la
cúpula opositora y sus cercanos han mejorado notablemente su calidad de vida en
momentos donde el país se encuentra en plena decadencia. Además, sin una
justificación clara y muy por el contrario con bastante turbulencia, como
pudimos notar en el caso del llamado “cucutazo” o en las denuncias de
corrupción del entorno del diputado Henry Ramos Allup, expresidente de la
Asamblea Nacional.
Continuando con el tema de la centralización de
la protesta, el “Frente Amplio Venezuela Libre” pareció, en su momento, una
respuesta a la tan necesaria descentralización y a la monopolización de
difusión del clamor de cambio de los venezolanos por parte de la cúpula
dirigente, que se ha limitado a dar instrucciones desde una concepción
tecnócrata; sin embargo, y para nuestra decepción, ese espacio se limitó a ser
la nueva cara de la extinta Mesa de la Unidad Democrática; la participación de
los diversos sectores nacionales se limitó solo a vocerías en actos cargados de
mensajes positivos, lejos de los espacios de toma de decisiones. Si esto
persiste y no se da una pronta rectificación que cambie el modelo con que se
vienen tomando las decisiones en las fuerzas opositoras venezolanas, es inevitable
que sigamos condenados a la lamentable realidad de sometimiento que tiene el país.
Por otro lado, los opositores recelosos de la
estrategia de Juan Guaidó tampoco han aportado demasiado en la difícil tarea de
dar con una formula efectiva contra el chavismo. Las propuestas de María Corina
Machado son un ejemplo de ello. No existe un plan de acción realista, por el contrario,
se sigue imponiendo un idealismo que pareciera no ser el camino más viable para
transitar hacia una salida que consiga devolverle la democracia a Venezuela. No
hace falta demasiado análisis para hallar la ausencia de un factor fundamental en
los procesos de cambio, que ni Juan Guaidó y su sector, ni María Corina Machado
y los suyos, poseen; hace falta pragmatismo.
Insisto, y a pesar de todo, a estas alturas
Juan Guaidó sigue siendo el activo opositor más importante, sobre todo por el
amplio reconocimiento internacional y la aceptación nacional de la que aún
goza. La apuesta debe ser la configuración de una nueva estrategia, que no sea
un muro de contención construido por las conveniencias políticas del día, que
terminan evitando el surgimiento de nuevas maneras de manifestación y presión
popular. En cambio, se debe hacer un esfuerzo por descentralizar, empoderar y
organizar a la sociedad, para que en cada rincón del país surjan mecanismos
que, orientados por el mantra central que es la salida de Nicolás Maduro y su
cúpula, logre el objetivo que la inmensa mayoría de los venezolanos anhela.
Por: Emerson Cabaña, para elpensadero.net
verdaderamente desfasados de la realidad, uno no puede mentirse, la realidad no se tapa con un dedo, este pueblo sabe quienes son sus enemigos: el empresario especulador, el politiquero vende patria y ladron, Borges, Guaido, entre otros, los partiditos de siempre, AD, Copei, Primero Justicia, etc., uno no puede esconderse, la verdad esta al frente, los enemigos estan en la oposicion...
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