Ana K. Caldeira G.
Todas las mujeres -porque los chistes, memes o stand
up, me han enseñado que hay muchos más pensamientos ocultos de los que uno cree
que la mayoría comparte- hemos pensado alguna vez cómo reaccionaríamos ante una
violación. Yo en particular lo pienso muy seguido, algunas veces soy mi propia
heroína, otras no hay escapatoria, pero prefiero un tiro, siempre.
Unas semanas después que llegué a Argentina, hubo un
empalamiento de una chica que fue muy sentido acá, ¿cómo no? Algunas somos más
afortunadas y el coñazo no nos lleva a la muerte.
Cotidianamente leo sobre algún caso de violencia de
género, si es que en ese país está tipificado así, y no termina en una tapa de
periódico como “crimen pasional”.
La solución que nos da la sociedad es evitar la noche,
la ropa ajustada, los desconocidos, caminar, estar solas, o sea, dejar de vivir
por seguridad. Parece que controlar al macho misógino no está en el panorama.
Obvio, pobrecitos. Se les presenta la oportunidad inoculada por el patriarcado…
Siempre hay quienes se visten para provocar, por lo que les pertenecen y que además dicen no, cuando
en realidad quieren decir sí. ¿Cómo las van a pelaaar?
Estamos en el siglo XXI y las mujeres andan por la
calle con la “sensación” de que pueden ser violadas, andamos por la calle como si
camináramos por una selva tupida de animales salvajes. Yo me pregunto ¿quién
puede tener libertad así? ¿Quién puede decir que las mujeres actualmente son
libres?
Sí, quizás con la tal libertad negativa de la que
hablaba Sartre. Ahí está la calle, nadie te impide salir, sal. Y ahí vas tú a
tus propios juegos del hambre diarios, a rogar que a los tipos no les dé una
puntada de culo, o de pene.
Me considero una mujer independiente hasta que voy
caminando sola por una calle oscura y diviso a lo lejos que vienen caminando
dos, tres, cuatro hombres con sus caras de “normales” y ¡pum! se transforma el
escenario, todo mi empoderamiento, mi independencia, mi fuerza, se van
transformando en un conejito indefenso que me acompaña. Si los tipos siguen de largo
no me transformo inmediatamente en esa chica libre y fuerte que creo
ser, sigo mi camino con un sentimiento de rabia e impotencia, porque en cada
uno de esos encuentros me doy cuenta de mi efímera libertad.
Historia anónima:
Recuerdo un día
de chico cuando al llegar del colegio encuentro en mi casa a una mujer
destrozada, aterrada, fuera de sí... A mi madre la habían intentado violar. Esa
mañana mi papá salió a trabajar y cuando mi mamá se disponía a cerrar el garaje
un tipo se metió, uno de los tantos que vivían cerca y repetidamente decían, en
referencia a ella, “coño, la de los shores” o “la de las piernotas”.
Obvio no faltó quien dijera que la responsable era
ella por “exhibir” lo que la naturaleza le dio. Lo decían, por cierto, las
esposas del grupito de hombres que paseaban sin franelas por la cuadra buscando
siempre a quien acosar con sus comentarios ofensivos. Por suerte en este caso quienes
mostraron apoyo en la comunidad fueron más, muchos más.
Ese pobre sujeto, el violador, no contaba con que
ella, así como tenía tremendas piernotas, también daba tremendos coñazos.
Tampoco contaba con la solidaridad de los vecinos que al escuchar los gritos
acudieron a ayudar. No fue el peor final, pero tampoco uno feliz, el trauma
quedó allí para siempre; una paranoia eterna.
El mejor final, o principio, es que nadie tema por
cómo vestirse, cómo hablar, cómo pensar o cómo expresarse. La violación es una
realidad que pretende ser censurada por la lógica machista que aún se impone en
la sociedad, lógica que hay que derrotar.
Luchar contra la violación, el acoso y la violencia de
género, no es una tarea exclusiva de la parte afectada, por el contrario, debe
ser una lucha de todos, pues el derecho de vivir con libertad y sin miedo debe
ser universal, no un privilegio de algunos sectores.
No lo pude soportar.estoy entre sombras.
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